lunes, 21 de febrero de 2011

14 guiones estupendos que no se convirtieron en películas estupendas

14. The final cut de Omar Naïm
13. Die Fälscher de Stefan Ruzowitzky (Historia de Adolf Burger)
12. Raining stones de Ken Loach (Guión de Jim Allen)
11. Intacto de Juan Carlos Fresnadillo (Guión de Andrés Koppel & Juan Carlos Fresnadillo)
10. Total Recall de Paul Verhoeven (Guión de Dan O'Bannon, Relato: Philip K. Dick)
9. The three burials of Melquiades Estrada de Tommy Lee Jones (Guión de Guillermo Arriaga)
8. Los peores años de nuestra vida de Emilio Martínez- Lázaro (Guión de David Trueba)
7. Random Hearts de Sydney Pollack (Guión de Kurt Luedtke)
6. Nixon de Oliver Stone (Guión de Oliver Stone, Stephen J. Rivele, Christopher Wilkinson)
5. House of games de David Mamet
4. Deconstructing Harry de Woody Allen
3. There was a crooked man de Joseph L. Mankiewicz (Guión de Robert Benton & David Newton)
2. L'arme des ombres de Jean-Pierre Melville
1. Adaptation de Spìke Jonze (Guión de Charlie Kauffman)

viernes, 18 de febrero de 2011

Todos somos testigos

Ayer, en un bar asturiano de Chamberí en el que un camerero de aspecto siciliano sirve pimientos gallegos cultivados en Almería, Tom Hagen y yo comentamos a medio camino entre la reivindicación y el propósito de enmienda, que no siempre tenemos las antenas del radar operativas para reconocer, seleccionar, digerir y aprender de todo lo bueno que se hace hoy.
Ahora.
En este momento de la historia.
Lo que hacen los que nacieron cuando nosotros nacimos (o casi) y hacen lo que nosotros no sabemos (o no podemos) hacer.

Nadie duda de que es necesario- de hecho, es imprescindible- conocer la obra de los Beatles, de Robert Johnson o de Johnny Cash pero lo realmente apasionante es vivir de cerca la evolución del talento de Radiohead, Will Oldham o M. Ward.
Es apabullante descubrir la genialidad imperecedera de Proust, Tolstoi o Borges pero, ¿no es especialmente inspirador seguir a Adam Thirwell, a Richard Dawkins o a Jorge Volpi?
Presumimos de conocer las películas de John Ford, de Rosellini y de Lubitsch pero, ¿por qué no sentirse privilegiados por pertenecer a la generación de los P.T.Anderson, Fatih Akim o Charlie Kauffman ?
Asombra descubrir las obras que han dejado para la posteridad Andrea Palladio, Gaudí o Le Corbusier pero, ¿por qué nadie parece sacar pecho por vivir en la era de Frank Gehry, Zaha Hadid o Calatrava?
Está muy bien rendir culto a Samuel Beckett, a Ibsen, a Bertolt Brecht o a cualquier otro, pero si dramaturgos como David Mamet, Juan Mayorga o Suzanne Lebeau van a ser venerados por generaciones futuras, ¿por qué no enorgullecerse de ser sus contempóraneos?

Venga, seamos sinceros: está muy bien tirarse el rollo nostálgico con Moses Malone y el Dr.J, pero todos sabemos que Blake Griffin y Lebron James son mucho mejores...
¿A qué estamos esperando?, ¿a que estén muertos para comprarnos la camiseta retro?
Disfrutémoslos.
Es ahora. Está pasando.

martes, 8 de febrero de 2011

La belleza de Kant


Anoche mientras veía -por fin- Vivamente el domingo de Truffaut alguna extraña asociación de ideas me hizo pensar en Kant.
(como compensación por la pedantería hago público que hoy he leído hasta las crónicas de la liga Asobal en el Marca).Hay un momento en la película en el que el turbio abogado del protagonista- sospechoso de matar a su mujer- pretende tranquilizar a su cliente recordándole que en Francia los crímenes pasionales suelen despertar simpatía y comprensión entre la gente.
Como si de alguna manera los cornudos o derrotados por el amor fuesen primero víctimas y luego verdugos. La nobleza del que mata porque no puede hacer otra cosa, vaya.
La trama de la película es insostenible y, al final, no resulta más que un intento (fallido) de reinterpretar al Hitchcock más noir desde una óptica más europeizada que europea. Pero esa reflexión sobre la categorización moral del crimen es muy interesante. Y muy kantiana.
En su obra Observaciones acerca del sentimiento de lo bello y lo sublime (si te topas en el estante de una librería con un libro con este título y no te lo llevas a casa es que no tienes corazón), Kant hace una brillante reflexión acerca de lo extrañamente hermoso y conmovedor que puede llegar a ser el Mal:

Hasta los vicios y los crímenes morales conllevan muchas veces algunos rasgos de lo sublime o de lo bello. Por lo menos así aparecen a nuestro sentimiento sensible, sin ser examinados por la razón.
La cólera de un hombre terrible es sublime, como la de Aquiles en la Iliada. Una venganza manifiesta y valiente, después de una gran ofensa, encierra algo grandioso y, por ilícita que pueda ser, su narración conmueve a la par con horror y complacencia. Cuando el Sha Nadir fue sorprendido una noche en su tienda por unos conjurados, como cuenta Hanway, y habiendo recibido ya varias heridas y defendiéndose a la desesperada, exclamó: "¡Piedad! Yo os perdonaré a todos". Uno de ellos respondió, con el sable en alto: "Tú no has demostrado piedad alguna ni la mereces". Una resuelta temeridad en un pícaro es muy peligrosa, pero sin embargo, su narración conmueve, y hasta en el caso que sea arrastrado a una muerte infame, ésta la ennoblece más, en cierto modo, por el hecho de enfrentarse a ella con obstinación y desprecio.La inclinación seductora (coquetterie), entendida como recibir y despertar una intención, puede ser censurable en una persona normalmente cortés, pero es siempre bella y por lo común preferible a una honorabilidad decorosa y grave.

viernes, 4 de febrero de 2011

Ortega con perspectiva


José Ortega y Gasset fue un burgués madrileño de abuelo gallego que estudió en Bilbao. No cabe duda de que conocía bien la España invertebrada.
Fue profesor numerario de Psicología, Lógica y Ética, lo que parece casi vulgar si pensamos que en 1910 gana por oposición la cátedra de Metafísica de la Universidad Central. Cómo se llega a ganar una oposición de Metafísica es un misterio al que sólo aporta luz Woody Allen cuando dice que aprobó su examen de la asignatura "mirando en el alma del chico de al lado".

Ortega fue uno de los creadores de la teoría del perspectivismo, una doctrina filosófica que sostiene que toda percepción e ideación es subjetiva. Cada individuo mira desde un punto de vista concreto, en una dirección propia. Esto no reduce la visión del individuo al subjetivismo, ya que según Ortega cada persona tiene su propia forma de acceder a la realidad, su propia verdad, que no tiene porqué coincidir con la de los demás. Esta visión tal vez explica el lúcido análisis orteguiano del nacionalismo catalán que desarrolló en su célebere discurso en las Cortes en 1932.
Es una cuestión de Perspectivismo idiota (sin coma):

Pues bien, señores; yo sostengo que el problema catalán, como todos los parejos a él, que han existido y existen en otras naciones, es un problema que no se puede resolver, que sólo se puede conllevar, y al decir esto, conste que significo con ello, no sólo que los demás españoles tenemos que conllevarnos con los catalanes, sino que los catalanes también tienen que conllevarse con los demás españoles.
Yo quisiera, señores catalanes, que me escuchaseis con plena holgura de ánimo, con toda comodidad interior, sin ese soliviantamiento de la atención que os impediría fijarla en lo que vayáis oyendo, porque temierais que, al revolver la esquina de cualquiera de mis párrafos, tropezaseis con algún concepto, palabra o alusión enojoso para vosotros y para vuestra causa. No; yo os garantizo que no habrá nada de eso, lo garantizo en la medida que es posible, cuando se tienen todavía por delante algunos cuartos de hora de navegación oratoria.
Nadie presuma, pues, que yo voy a envenenar la cuestión. No; todo lo contrario; pero pienso que, sólo partiendo de reconocerla en su pura autenticidad, se le puede propinar y a ello aspiro, un eficaz contraveneno.
Vamos a ello, señores.
Digo, pues, que el problema catalán es un problema que no se puede resolver, que sólo se puede conllevar; que es un problema perpetuo, que ha sido siempre, antes de que existiese la unidad peninsular y seguirá siendo mientras España subsista; que es un problema perpetuo, y que a fuer de tal, repito, sólo se puede conllevar.
¿Por qué? En rigor, no debía hacer falta que yo apuntase la respuesta, porque debía ésta hallarse en todas las mentes medianamente cultivadas. Cualquiera diría que se trata de un problema único en el mundo, que anda buscando, sin hallarla, su pareja en la Historia, cuando es más bien un fenómeno cuya estructura fundamental es archiconocida, porque se ha dado y se da con abundantísima frecuencia sobre el área histórica. Es tan conocido y tan frecuente, que desde hace muchos años tiene inclusive un nombre técnico: el problema catalán es un caso corriente de lo que se llama nacionalismo particularista.
No temáis, señores de Cataluña, que en esta palabra haya nada enojoso para vosotros, aunque hay, y no poco, doloroso para todos. ¿Qué es el nacionalismo particularista? Es un sentimiento de dintorno vago, de intensidad variable, pero de tendencia sumamente clara, que se apodera de un pueblo o colectividad y le hace desear ardientemente vivir aparte de los demás pueblos o colectividades.
Mientras éstos anhelan lo contrario, a saber: adscribirse, integrarse, fundirse en una gran unidad histórica, en esa radical comunidad de destino que es una gran nación, esos otros pueblos sienten, por una misteriosa y fatal predisposición, el afán de quedar fuera, exentos, señeros, intactos de toda fusión, reclusos y absortos dentro de sí mismos.