martes, 8 de febrero de 2011

La belleza de Kant


Anoche mientras veía -por fin- Vivamente el domingo de Truffaut alguna extraña asociación de ideas me hizo pensar en Kant.
(como compensación por la pedantería hago público que hoy he leído hasta las crónicas de la liga Asobal en el Marca).Hay un momento en la película en el que el turbio abogado del protagonista- sospechoso de matar a su mujer- pretende tranquilizar a su cliente recordándole que en Francia los crímenes pasionales suelen despertar simpatía y comprensión entre la gente.
Como si de alguna manera los cornudos o derrotados por el amor fuesen primero víctimas y luego verdugos. La nobleza del que mata porque no puede hacer otra cosa, vaya.
La trama de la película es insostenible y, al final, no resulta más que un intento (fallido) de reinterpretar al Hitchcock más noir desde una óptica más europeizada que europea. Pero esa reflexión sobre la categorización moral del crimen es muy interesante. Y muy kantiana.
En su obra Observaciones acerca del sentimiento de lo bello y lo sublime (si te topas en el estante de una librería con un libro con este título y no te lo llevas a casa es que no tienes corazón), Kant hace una brillante reflexión acerca de lo extrañamente hermoso y conmovedor que puede llegar a ser el Mal:

Hasta los vicios y los crímenes morales conllevan muchas veces algunos rasgos de lo sublime o de lo bello. Por lo menos así aparecen a nuestro sentimiento sensible, sin ser examinados por la razón.
La cólera de un hombre terrible es sublime, como la de Aquiles en la Iliada. Una venganza manifiesta y valiente, después de una gran ofensa, encierra algo grandioso y, por ilícita que pueda ser, su narración conmueve a la par con horror y complacencia. Cuando el Sha Nadir fue sorprendido una noche en su tienda por unos conjurados, como cuenta Hanway, y habiendo recibido ya varias heridas y defendiéndose a la desesperada, exclamó: "¡Piedad! Yo os perdonaré a todos". Uno de ellos respondió, con el sable en alto: "Tú no has demostrado piedad alguna ni la mereces". Una resuelta temeridad en un pícaro es muy peligrosa, pero sin embargo, su narración conmueve, y hasta en el caso que sea arrastrado a una muerte infame, ésta la ennoblece más, en cierto modo, por el hecho de enfrentarse a ella con obstinación y desprecio.La inclinación seductora (coquetterie), entendida como recibir y despertar una intención, puede ser censurable en una persona normalmente cortés, pero es siempre bella y por lo común preferible a una honorabilidad decorosa y grave.

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